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Tercer domingo de Cuaresma.


Para nosotros, ese manantial de dignidad humana y de fraternidad está en el Evangelio de Jesucristo. De él surge «para el pensamiento cristiano y para la acción de la Iglesia el primado que se da a la relación, al encuentro con el misterio sagrado del otro, a la comunión universal con la humanidad entera como vocación de todos».

(FRATELLI TUTTI, 277)

ESCUCHO LA PALABRA

Jn 2, 13-25: No convirtáis en un mercado la casa de mi Padre

Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: «Quitad esto de aquí: no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre». Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora». Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: «¿Qué signos nos muestras para obrar así?». Jesús contestó: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré».

Los judíos replicaron: «Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?». Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y creyeron a la Escritura y a la Palabra que había dicho Jesús. Palabra del Señor


El evangelista Juan nos dice con este texto que con Jesús se inaugura un tiempo nuevo en las relaciones del ser humano con Dios. Él reemplaza al templo antiguo y se presenta como el verdadero templo, como el lugar de encuentro de lo divino y lo humano. El templo, la religión e incluso el mundo dejan de ser lugar de encuentro con el Padre cuando nos acercamos o vivimos en ellos con espíritu y actitudes mercantiles, cuando lo que buscamos en ellos son nuestros propios intereses. Hablar de “la casa de Dios” es hablar de “sus cosas” y de “su causa”, de todo lo que para él es sagrado. Y para Dios, sagrado son las personas, es la vida, la justicia, la paz, las semillas de su Reino que brotan en este mundo. Esta acción de Jesús en el templo fue una acción provocativa, pero sobre todo profética. Jesús aboga por un culto vivo, nacido de la fe y el corazón. A la vez proclama que él es el nuevo templo de Dios.

ORACIÓN

Espíritu de Dios, ven a mí.

Haz que mi mente acoja tu Palabra

a fin de que llegue hasta mi corazón,

y allí se encuentre con lo más profundo

de mi ser y me empape.

Haz que me interpele para sacarme de mis letargos,

que me aliente en medio de mis luchas,

que me ilumine en mi camino

para que pueda caminar por el tuyo.

Tú sabes de qué barro estoy hecho,

sabes de mis deseos y necesidades.

Ilumíname. Conviérteme. Espíritu Santo,

habita en mí. Haz de mí una piedra viva

para la construcción del templo de Dios.

Amén

Francisco Guerrero González