“Nunca como ahora hemos sido llamados a darnos cuenta de cuánto la responsabilidad personal es un bien para todos. Quien acepta las reglas y el comportamiento necesarios para defenderse del contagio contribuye a limitarlo para los demás”
(Carta del Abad General de los Cistercienses para el tiempo de epidemia, 15-III-2020).
Queridos hermanos y hermanas. En la reflexión de este mes he querido arrancar con esta cita del Abad de los cistercienses, por la llamada a la responsabilidad que nos hace en estos tiempos de pandemia. También el mensaje del Papa Francisco, y el lema de la Jornada del Enfermo, que se celebra el día 11, festividad de nuestra Señora de Lourdes, hacen referencia a la necesidad del cuidado responsable que unos a otros nos debemos, y cómo en el acompañamiento y cuidado de los enfermos, nosotros mismos, somos cuidados y acompañados por aquellos a quienes cuidamos. Es, como otras veces hemos dicho, la satisfacción y realización interior de saber que estamos haciendo lo que tenemos que hacer. A todos nos está tocando directamente esta pandemia. Pero a algunos hermanos y hermanas nuestras les está llegando más de cerca. Bien porque hayan pasado la enfermedad ( o la estén pasado), bien porque ha tocado a alguno de sus familiares más cercanos, bien, en el peor de los casos, porque hayan tenido que pasar por la dura experiencia de la muerte de seres queridos … y otros, en fin, porque presten sus servicios como profesionales sanitarios a los enfermos.
“Cuidémonos mutuamente”. “Uno solo es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos” (Mt 23, 8).
El Papa recuerda para esta Jornada Internacional del Enfermo, el pasaje evangélico en el que Jesús critica la hipocresía de quienes dicen, pero no hacen (cf. Mt 23,1-12). Cuando la fe se limita a ejercicios verbales estériles, sin involucrarse en la historia y las necesidades del prójimo ( … ) el riesgo es grave; por este motivo, Jesús usa expresiones fuertes, para advertirnos del peligro de caer en la idolatría de nosotros mismos, y afirma: «Uno solo es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos». Ante la condición de necesidad de un hermano o una hermana, Jesús (… ) propone detenerse, escuchar, establecer una relación directa y personal con el otro, sentir empatía y conmoción por él o por ella, dejarse involucrar en su sufrimiento hasta llegar a hacerse cargo de él por medio del servicio. (cf. Lc 10,30-35). Una sociedad es tanto más humana cuanto más sabe cuidar a sus miembros frágiles y que más sufren, y sabe hacerlo con eficiencia animada por el amor fraterno. Caminemos hacia esta meta, procurando que nadie se quede solo, que nadie se sienta excluido ni abandonado.
Desde las palabras del Papa esta oración nos anima y nos conforta en la tarea.
Ando por mi camino, pasajero, y a veces creo que voy sin compañía, hasta que siento el paso que me guía, al compás de mi andar, de otro viajero. No lo veo, pero está. Si voy ligero, él apresura el paso; se diría que quiere ir a mi lado todo el día, Invisible y seguro el compañero. Al llegar a terreno solitario, él me presta valor para que siga, y, si descanso, junto a mí reposa. Y, cuando hay que subir monte ( Calvario lo llama él ), siento en su mano amiga, que me ayuda, una llaga dolorosa. (José María Souviron)
Para finalizar os recuerdo que, el próximo 17 de febrero, dará comienzo la Santa Cuaresma. Con ese motivo volveré a escribir unas letras para que nos ayuden a adentrarnos en ese tiempo de gracia que conduce hacia la Pascua. Ya sabemos que volverá a ser especial, como el año pasado ya tuvimos que experimentar con tristeza. Sin embargo estamos llamados a vivir como creyentes la hondura de este tiempo de Cuaresma y Pascua, para que se renueve en nosotros el deseo de seguir teniendo a Jesús como compañero de camino y modelo de entrega a Dios y a los hermanos. Un camino que Él recorrió y celebramos con solemnidad en su Pasión, Muerte y Resurrección.
Francisco Guerrero González.